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GLORIA A DIOS
PAMU
En la noche de Navidad
se escucha con gran solemnidad el GLORIA, canto de los ángeles en el pesebre
para adorar al Niño Jesús. El evangelio nos narra que los pastores escucharon
el canto sublime y vieron el resplandor de una gran luz. La liturgia de la
iglesia católica revive esos momentos de Belén en la misa de media noche para
celebrar el nacimiento de Jesucristo. Al canto de GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS
repican las campanas de todos los templos, se escuchan las armonías del órgano
y se entonan los versos de esa antífona angelical. ¿Cuál será el significado
literario y el sentido teológico de esa frase tan repetida durante estos días
navideño?
Para Santo Tomás la GLORIA
significa un conocimiento claro con alabanza. Dar gloria a Dios es por lo tanto
conocer a Dios y alabarlo. La gloria supone un objetivo que se manifiesta en el
exterior para que sea alabado. Dios es el Sumo Bien se ha manifestado en la
Encarnación y es digno de la suma gloria.
En Belén se manifiesta
la veracidad y la fidelidad de Dios pues había prometido a lo largo de los
siglos el nacimiento del Hijo de Dios.
En Belén se manifiesta
la humildad y generosidad para con el hombre caído en el pecado. En Belén se
manifiesta el amor de Dios que para poder unirse a mí tuvo que salvar la
distancia entre su trono y el pesebre. Una vez conocido el bien que se
manifiesta se alaba si es digno. La alabanza es el juicio positivo, es el honor
que se tributa a quien se lo merece, es el reconocimiento de los méritos según
la opinión de la sociedad. Honrar es reconocer las bondades, los beneficios,
las virtudes, las cualidades de las personas.
La gloria a Dios es el
honor que se tributa a Dios al reconocer sus bondades, sus bienes, sus
beneficios. Lo alabamos cuando proclamamos esas bondades, esos beneficios, esos
dones, cuando reconocemos sus grandezas. Dios es dignos de esa alabanza, de ese
honor que parte de los hombres porque reconocemos la verdad de sus méritos. A la
vez glorificar a Dios es digno de los hombres porque no hay nada humillante
sino al contrario enaltecedor. La gloria de Dios es el fin de la religión. El
hombre naturalmente religioso reconoce las huellas de Dios en las obras de la
naturaleza y por medio de ella le da alabanza. El hombre al reconocer la obra
de Dios se convierte en el portador de la gloria debida a Dios por la misma
naturaleza. Así la belleza de la flor, la suavidad o el furor de las aguas, las
grandezas de las montañas, la policromía del paisaje, la alegría de la música
son manifestación de la obra de Dios que al ser reconocida por el hombre y
sentir su bondad, requiere la alabanza de su Creador.
Cristo es el Señor de
la gloria. La gloria de la Divinidad que en otro tiempo se manifiesta a través
de la nube o el fuego, se manifiesta ahora a través de Jesús. En el Verbo
Encarnado está presente la gloria de Dios y manifiesta su gloria en su
condición de hombre- Dios, en sus milagros y en toda su actividad terrestre. El
tiempo de navidad es propicio para reconocer en la alegría hogareña esta gloria
de Dios para darle alabanza al Señor por sus dones y beneficios y en el
silencio de nuestro descanso meditar sobre el gran misterio de la encarnación
representado en los pesebres caseros y cantar como los ángeles “gloria a Dios”
Diario Frontera
24-12-1981
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