BODAS DE ORO SACERDOTALES DEL
PBRO. DEOGRACIAS CORREDOR R.
Mérida llega, hasta donde llegó el P. Corredor".
Con esta
frase feliz, el Sr. Gobernador del Estado Mérida Dr. Jesús Rondón Nucete consagra
para la posteridad la trayectoria histórica del apostolado del Pbro. Deogracias
Corredor Rojas. Cuando el señor arzobispo Acacio Chacón firmó el nombramiento
del P. Corredor para párroco de la Azulita hace cuarenta y dos años le
entregaba un territorio tan extenso como la actual diócesis de El Vigía. Los
límites de la parroquia de la Inmaculada Concepción de La Azulita, sólo por el
Sur del Lago de Maracaibo comprendían desde Guayabones hasta Palmarito.
Eran los tiempos de la apertura de la carretera panamericana y
también del asentamiento de grupos poblados con nombres de caños. Procedente de
Mucuchachi donde
había pastoreado durante siete
años los Pueblos
del Sur, se encontraban
por aquí familias enteras del sur merideño éxodo constante buscaban tierras
nuevas y fértiles para sus faenas agrícolas.
Pero más
fértiles aún eran esas mismas familias en la formación cristiana que habían
recibido del primer equipo sacerdotal que en forma natural componía el P. Barillas, Enrique
Moreno y Vicente Alarcón. Unidos en la fe, unidos en la comunidad celebraban la
eucaristía de sus vidas en favor de una grey distante y difícil. Habían
heredado del heroico y santo P. Adonai Noguera la parcela inmensa de los
Pueblos del Sur que como única parroquia administrará desde Canaguá hasta
Santa Bárbara de Barinas. Eran horas de camino a lomo de mula para encontrarse
en las fiestas patronales, para atender juntos los servicios del sacramento de
la confesión hasta altas horas de la noche y luego descansar en amplia camadería que
Monseñor Pulido llamaba “parrandas místicas”.
En ese
equipo sacerdotal encarnado en el pueblo de Dios para hacerse iglesia, sintió
el P. Deogracias la necesidad de acortar distancias en aquellos caminos
interminables e intransitables;
disminuir los costos de los materiales de construcción (una paca de cemento
cuyo valor era cinco bolívares, costaba veinte el traslado en bestia).
Para ello se
constituyó en el precursor de la apertura de los caminos carreteros de los
pueblos del sur, llevando el primer jeep por las vías de Las González mientras Alarcón lo llevaba por
las de Guaraque.
Héroes
con nombre y apellido, héroes de pico y pala, héroes de la cayapas en trabajo
comunitario, que correspondían a la exigencias de un pueblo, a las necesidades
de una grey que sentía no sólo el liderazgo espiritual, sino la autoridad moral
de quienes convivían en la alegría y el dolor, en los problemas y las
soluciones.
Con este
entrenamiento asume la responsabilidad de una parroquia que entonces pertenecía
al Municipio Campo Elías, su tierra natal de Ejido. Desde el páramo del Tambor
hasta el puerto de Santa Elena de Arenales haría honor a su apellido, corriendo
de aldea en aldea, para sembrar la fe, construir capillas y abrir caminos en La
Azulita. Caminos similares a los de los pueblos del sur. Encontró en la Mesa
Alta y la Palmita, en San Luís. Las Adjuntas a Bachaqueros
caminos de recuas para sacar la
abundante cosecha de café, caminos barrialosos donde
los bueyes aradores cargaban las verduras y las frutas que entonces no se
vendían, ni se cambiaban porque eran tan abundantes y baratas que preferían
regalarlas para que no se perdieran.
Tiempos
hermosos de la tierra prometida, donde el patio de la casa campesina resultaba
estrecho para contener las aves de corral, las vaquillas, los cerdos para el
mercado de la familia.
Economía
doméstica que ahora se añora por la destrucción que hicieran los monopolios de
la leche, los huevos y la carne. Eran familias venidas de Jají,
Lagunillas y Chiguará con
numerosos hijos los que habían formado también las primeras fincas de café.
Eran también los tiempos de Coronel Rivera, Aquiles Angulo y Blas Monsalve,
personajes históricos y representaron la autoridad doméstica, los
repartimientos de tierra y el comienzo de la instrucción pública.
Tiempos
de una aldeita de
calles empedradas, que los lunes se llenaba de arrieros de mulas para
transportar la cosecha de café hasta la piragua de Cardozo en el puerto de
Santa Elena de Arenales.
Tiempos
de paludismo que se curaba con quinina, repartida por Carmelito Albarrán desde un
remedo de hospital fundado hace cincuenta años por el doctor Humberto Ocariz. Fueron
de los retazos de historia convertidos en cuentos que escuchaba Corredor en las
cuitas de sus pobladores cuando las lluvias interminables lo detenían en las
quebradas crecidas.
En la
panamericana se medían las tierras baldías con rollos de cabuya para hacer los
hatos y en la Nochebuena corría la plata de la cosecha hasta en las manos de
los niños. Dinero valioso que se guardaba en los baúles con campanitas de
alarma. El salario eran entonces de un bolívar diario para el obrero o peón
jornalero, que le alcanzaba para comprar un kilo de carne por un real o lo de
hoy cincuenta céntimos; una locha valía una
acema grande y
una puya un vaso de guarapo
fuerte. Los domingos después de la misa era común ver a los campesinos vistiendo la familia con un par de cotizas de
real y medio, una camisa o un camisón de cinco bolívares y en la tienda de
Pedro Becerra de mercancías y víveres se estrenaba un pelo e guama de 20
bolívares mientras se serviría un michito con ajenjo, hinojo o cadeno según el
gusto o la necesidad.
Hoy
cuando se habla de implantar el juez de paz, en aquellos tiempos antes de
llegar la carretera dirigida por el doctor César Arellano ya lo ejercían Hernán
Peña y Florencia Barrios con la profesión de enfermero. Don Rodolfo Salas con
el ejercicio de maestro, Rafael Jáuregui y Don Jovino Puentes desde la oficina de correos.
La zona
pública de las montañas azules atraía a los visitantes que recibía la hacienda
San José donde Roviro Ruiz deleitaba con sus versos románticos o la Hacienda de la
Victoria de las Aselmi con su variedad de confites.
LA PARROQUIA ECLESIASTICA
Encontró
un templo estilo colonial, de paredes de tierra pisadas y techo de teja en muy
malas condiciones situado en medio de la placita sobre un montículo que daba
colorida a la configuración del pueblo en aquel entonces. El nuevo párroco se
adelantaba al directorio de los presbíteros en su forma de proceder y en su
adaptación cuando se presentaba como lo recomienda las normas sacerdotales de
la actualidad “un experto en humanidad”.
Quería
hacer un templo nuevo y buscaba los expertos en construcción como el Ing. Italo de Filipis, Manuel
Padilla, Mario Prietonilo o el maestro Lobo y se elevó en cemento la ofrenda al Dios de
las ofrendas de café. Pero junto al templo de piedra construyó en esos cuarenta
años la Iglesia viva que habían iniciado los presbíteros Gil Chipía, Valera,
Araque, y César
Dávila.
Cumplidor
de los consejos paulinos de “predicar oportuna e inoportunamente, devoto de la Coromoto sembró
de grutas y cruces misioneras todas las comunidades donde se vive la
religiosidad popular y cobra vigencia el laicado”. Para el hombre de hoy que
busca el sentido de su existir, el sacerdote es el gula que lleva al Cristo y
hace posible su contemporaneidad hablando su lenguaje decía el Papa Paulo VI.
La comunidad podrá estar segura con su dedicación, con su disponibilidad, con
su infactible obra de
evangelización y sobre todo con su amor fiel e incondicionado.
La
sagrada Congregación del Clero nos conmina a los sacerdotes a dejar sucesores
cuando dice: “la exigencia ineludible de la caridad pastoral de que cada
presbiterio secundado la gracia del Espíritu Santo se preocupe de suscitar por
lo menos una vocación sacerdotal que pueda continuar su ministerio”. Corredor
ha cumplido de sobra esta insinuación dejando cinco sacerdotes nativos. Además
ha sido un gran promotor de vocaciones sacerdotales, religiosas y laicas que
ahora dan sus frutos para nueva diócesis vigiense.
Por mucho
tiempo ha estado escrito un graffiti en alguna pared en este pueblo que dice: “aquí hay dos
alcaldes, el profe y el cura”. Con toda la carga de malicia con que fuera
escrito, no deja de tener una significación positiva para ambos. La intima
comunicación de los poderes en favor del pueblo, señala el sacerdote como guía
de la comunidad en el aspecto social. “se trata del develo por la vida de la
comunidad que le ha sido confiada y que manifiesta sobre todo en el testimonio
de la caridad”. Pastor de la comunidad el sacerdote existe y vive por ella, por
ella reza, estudia, trabaja y se sacrifica. Estará dispuesto a dar la vida, la
amará, como ama a Cristo volcando sobre ella todo su amor y dedicando con todas
sus fuerzas y sin límites de tiempo a configurar la imagen de la Iglesia. Si el
P. Corredor ha sido padre espiritual de varias generaciones de azulitenses no solo
lo ha sido por el nacimiento espiritual de las almas que es un privilegio del
sacerdote como dice San Juan Crisostomo, sino por su trabajo pastoral en la educación y la cultura de las mismas.
La
inauguración de cada ramal carretero concluía por lo regular por la creación de
una escuelita rural que de la mano sacerdotal pasaba al municipio. Antes de la
iniciativa oficial sobre la educación secundaria en el Municipio Andrés Bello
surgió el colegio Mons. Chacón para preparar la juventud estudiosa en las
promociones de bachilleres que requiere la población. “cada dimensión de la
vida del presbítero como pastor refiera el directorio sacerdotal, actuará de
manera que guía la comunidad sirviendo con abnegación a todos y cada uno de sus
miembros, iluminando sus consciencias con la luz de la verdad revelada,
custodiando con autoridad la autenticidad evangélica de la vida cristiana,
corrigiendo los errores, perdonando, curando las heridas, consolando la
aflicción, promoviendo la fraternidad”. Por ello, orgullo de su sacerdocio son
también los profesionales azulitenses que hoy desarrollan el País en sus diferentes estratos. Todos
los aspectos del crecimiento azulitense han tenido la motivación de su párroco que guardando la
prudencia de eclesiástico, ha sabido dar el aporte de su experiencia para las
mejores soluciones porque, es sobre todo un experto en humanidad.
EXTENSIÓN UNIVERSITARIA
Como un
recuerdo perenne de esta fecha gloriosa de la vida sacerdotal del Padre
Corredor bien pudiera sugerirse para culminar el proceso educativo de este
pueblo, la creación
de una
extensión universitaria. El
ambiente agrícola y turístico
de la región es propicio para cursar una serie de carreras agropecuarias y
turísticas. Necesitamos gerenciar el inmenso potencial turístico que está naciendo con la
apertura de la carretera la Osa – La Trampa, que el gobierno regional realizará
con visión del futuro, cuyos bellísimos paisajes y nuevo potencial económico
atraerá a los visitantes. Se requieren técnicos para el desarrollo de las mini
empresas agrícolas y artesanales con la producción de la guayaba, el café y la
ganadería. Las iniciativas de algunas familias venidas de lejanas tierras, como
los quesos provolandinos de los
suizos, los cambures- pasas, el papel artesanal, los bocadillos y las posadas
ecológicas van delineando una nueva etapa de esta población, que sigue siendo
honor a su heráldica de que “El trabajo todo lo vence”
CONCLUSION
Al
concluir estas palabras que ha tenido a bien encomendarme el ilustre Concejo
Municipal, quiero agradecer al señor alcalde del Municipio Andrés Bello como al
señor gobernador del estado Mérida la edición del libro "La Azulita” en
homenaje al Pbro. Deogracias Corredor Rojas en sus bodas de oro sacerdotales.
Expreso mis sinceras felicitaciones a mi terruño nativo por su generosidad en
honrar con cariño y sencillez al sacerdote que durante la mayor parte de su
vida ha sido el promotor de su fe y su cultura.
Y al colega homenajeado decirle con la frase latina de
costumbre "AD MULTOS ANNOS”