PAMU
Doña María Flores hacía
honor a su apellido cuando en la sala de
su casa adornaba el altar de los santos con las flores más exóticas del jardín
como jazmines, gladiolas, malabares, tulipanes y orquídeas, las mismas que llevaba al templo
para los aguinaldos o las fiestas patronales cuando amenizaba el violín de
Miguelito Rojas y venía la orquesta de la Mesa de Los Indios dirigida por el
trompetista Pedro Felipe.
En el mandato de Juan
Vicente Gómez llegó a La Azulita un jefe civil llamado el Coronel Rivera, que
hizo suyo el lema del dictador y como encontrara las calles llenas de barro y
en ellas se revolcaban los borrachos en
las peleas domingueras, optó por empedrarlas con el trabajo semanal que
cumplían como pena los amigos de Baco.
Los dueños de los frentes de cada casa
colaboraban en especie para la comida de los presos. No era mucho el gasto
porque en esos tiempos un racimo de cambur valía medio, dos bolívares un kilo
de queso, con un bolívar se compraba una docena de huevos o seis pescados bocachica o un kilo de carne
gorda; la panela valía una locha y una puya costaba un pan.
El café principal
producto de la región tenía el precio de un real el kilo, porque para recogerlo
en las matas bien cargadas, se pagaba a un obrero un bolívar el palito de veinte kilos, que recogía
holgadamente una persona cinco palitos diarios . En las faenas cafetaleras
transcurría el tiempo de la población y el vocabulario más frecuente era el de
coger café, cilindrar café, trillar café secar, tostar y moler café y las
mejores cosechas se medían con la FLOR DEL CAFÉ.
Desde la siembra hasta
el negrito en el posillo alcolado los pasos del proceso tenían un sabor
comunitario. Entonces y ahora coger café es una cayapa vocinglera entre los
guamos de sombra con canastos y manares. La cilindrada convierte el fruto rojizo
en una gelatina de granos verdes que el
agua purifica y el sol dora en los patios de ladrillo. Trillar y ventear, así como
escoger el café se convierten en tertulia interminable hasta en las noches de
luna entre comadres y vecinas para limpiar el café. Tostar y moler café es
sentir todo el aroma desde los tiestos de barro en el hogar
del productor campesino ,que viste y calza la familia en navidad, derrocha en
pólvora y comida para las paraduras del Niño Jesús y sueña las morocotas de oro
cuando despunta nuevamente la LA FLOR DEL CAFE
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