viernes, 15 de junio de 2018

ANDRES ELOY BLANCO

ANDRES ELOY BLANCO




(Nació en Cumaná, 1897 – murió en Ciudad de México, 1955) Escritor y político venezolano. Llamado El poeta del puebl0, marchamo del que el mismo Andrés El0y Blanco se ufanaba, la obra de este poeta, quien fue además político destacado en las filas de Acción Democrática, ha quedado como detenida para siempre en una foto fija. Ser el poeta más popular de Venezuela tiene también sus limitaciones, la menor de las cuales no ha sido alejar su obra de lecturas serias y arrimarla en l0 folclórico, y también en l0 declamatorio (porque Andrés El0y Blanco fue un eminente orador, quizás el mejor que ha tenido Venezuela en el sigl0 XX) y en l0 humorístico, vena que cultivó no sól0 en sus escritos periodísticos, sino incluso en sus versos. Capaz de practicar con igual facilidad la poesía social, el artícul0 de opinión, el cuadro de costumbres, el ensayo, el teatro y la arenga política, sus obras completas, editadas por el Congreso Nacional en 1973, llenan diez gruesos volúmenes.


PINTAME ANGELITOS NEGRO



                             
Pintor nacido en mi tierra,
con el pincel extranjero,
pintor que sigues el rumbo
de tantos pintores viejos,
aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.
No hay pintor que pintara
angelitos de mi pueblo.
Yo quiero angelitos blancos
con angelitos morenos.
Ángel de buena familia
no basta para mi cielo.
Si queda un pintor de santos,
 si queda un pintor de cielos,
que haga el cielo de mi tierra,
con los tonos de mi pueblo,
con su ángel de perla fina,
con su ángel de medio pelo,
con sus ángeles catires,
con sus ángeles morenos,
con sus angelitos blancos,
con sus angelitos indios,
con sus angelitos negros





EL LIMONERO DEL SEÑOR




En la esquina de Miracielos
hubo una breve oscilación;
los portadores de las andas
se detuvieron; Monseñor
el Arzobispo, alzó los ojos
hacia la Cruz; la Cruz de Dios,
al pasar bajo el limonero,
entre sus gajos se enredó.
Sobre la frente del Mesías
hubo un rebote de verdor
y entre sus rizos tembló el oro
amarillo de la sazón.
De lo profundo del cortejo
partió la flecha de una voz:
—¡Milagro...! ¡Es bálsamo, cristianos,
el limonero del Señor...!

Y veinte manos arrancaban
la cosecha de curación
que en la esquina de Miracielos
de los cielos enviaba Dios.
Y se curaron los pestosos
bebiendo el ácido licor
con agua clara de
Catuche,
entre oración y oración.




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