San Isidro Labrador nace
en Madrid el 4 de abril de 1082, donde vive humildemente con su familia hasta
que, ante la inminente invasión árabe, se traslada a Torrelaguna. Allí se casa con Santa
María de la Cabeza, en el 1109, y 10 años después regresa a Madrid para
trabajar como criado para la familia Vargas, viviendo en la casa que ésta tenía
para los mozos de labranza, junto a la parroquia de San Andrés. Allí nace su único
hijo, Juan Labrador y carpintero de vida sencilla, marcada por una profunda fe
y devoción a la Virgen, y espíritu caritativo. Todos los días, de madrugada,
acudía a la iglesia de Santa María de la Concepción, hoy Catedral de la
Almudena, y a la ermita de Santa María Magdalena, por la que tenía especial
devoción. Por la tarde, repetía sus itinerarios marianos, lo que provocaba las
críticas de algunos de sus compañeros, que le calumniaban por tener abandonado
el trabajo. Además de esta vida de oración y este fervor por la Virgen, se
consagró a los pobres, con la ayuda de su mujer, que compartía con él su amor
por los más necesitados.
Sus milagros, muy sencillos, se correspondían con su tipo de vida. Así, una vez hizo brotar un torrente de una roca, para dar agua a su amo sediento. Salvó con sus oraciones a su hijo Juan, que cayó a un pozo, del que fue salvado milagrosamente. Su patrón fue testigo de algunos de estos milagros, por lo que cuando San Isidro murió, el 30 de noviembre de 1172, a los 90 años, todos lo consideraban ya un santo.
Enterrado primero en el cementerio de la parroquia de San Andrés, fue trasladado a la Iglesia, ya que la lluvia desenterró su cuerpo incorrupto. Alfonso VIII en 1212 mandó que hicieran un arcón para enterrar su cuerpo. Allí permanece hasta 1619, fecha en que es beatificado por la Santa Sede, con 438 milagros aprobados. Pablo V firma el decreto y se fija su fiesta para el 15 de mayo. Fue canonizado en 1622 por el papa Gregorio XV. En tiempos de Carlos III, su cuerpo se traslada a la Colegiata donde se encuentra hoy.
Sus milagros, muy sencillos, se correspondían con su tipo de vida. Así, una vez hizo brotar un torrente de una roca, para dar agua a su amo sediento. Salvó con sus oraciones a su hijo Juan, que cayó a un pozo, del que fue salvado milagrosamente. Su patrón fue testigo de algunos de estos milagros, por lo que cuando San Isidro murió, el 30 de noviembre de 1172, a los 90 años, todos lo consideraban ya un santo.
Enterrado primero en el cementerio de la parroquia de San Andrés, fue trasladado a la Iglesia, ya que la lluvia desenterró su cuerpo incorrupto. Alfonso VIII en 1212 mandó que hicieran un arcón para enterrar su cuerpo. Allí permanece hasta 1619, fecha en que es beatificado por la Santa Sede, con 438 milagros aprobados. Pablo V firma el decreto y se fija su fiesta para el 15 de mayo. Fue canonizado en 1622 por el papa Gregorio XV. En tiempos de Carlos III, su cuerpo se traslada a la Colegiata donde se encuentra hoy.
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