EL TERREMOTO DE 1812 Y BOLIVAR
El 26
de marzo de 1812, un jueves santo de religión y fe, en la Caracas que declaró
su independencia de España, -como también lo hicieron Cumaná, Margarita y
Barcelona en el Oriente-, ocurrió un terremoto que la destruyó y que azotaría a
El Tocuyo, Barquisimeto y Mérida.
Circunstancia
infeliz trastrocada en
castigo para el pueblo por quienes intentaban infundirle temores y
remordimientos ante el hecho sobrenatural, por haberse pronunciado libre y
soberano de su antiguo señor el rey Fernando VII.
Al haber conocido estos
señalamientos infundados en las calles angustiadas de la ciudad, Simón Bolívar,
se abrió paso entre la multitud para increparla contra sus vacilaciones y sus
miedos. El realista José Domingo Díaz, recordaría que: “En su semblante
estaba pintado el sumo terror o la suma desesperación…, aparta a uno de los
frailes predicadores, para pronunciar un vehemente discurso en el que explicó
que aquel lamentable fenómeno sísmico era un simple fenómeno natural ajeno a
las ideas religiosas y políticas. Y terminó su intervención, me vio y me
dirigió estas impías y extravagantes palabras: «Si la naturaleza se opone a nuestros
designios, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca». Era pues su
determinación contra los fanatismos y el engaño, con la que pretendía sostener
a la República recién fundada y que requería, como ahora, afirmarse en
conocimientos y virtudes, constancia y sacrificio ya que, como diría él: “Un
pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”.
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