Fe y Alegría se define como un movimiento de Educación Popular Integral. En estas dos palabras, ‘Popular e Integral’, tan preñadas
de sentido, se compendia la esencia de
su propuesta educativa. Frases como “Fe
y Alegría comienza donde termina el
asfalto, donde no gotea el agua potable,
donde la ciudad pierde su nombre”,
reflejarán su inquebrantable decisión de
insertarse con los más desposeídos: “Nos
hemos atrevido a levantar una bandera
-escribirá Vélaz- cuando tantos arrían y desdeñan las banderas. Nuestra bandera ha sido la
Educación Integral de los más Pobres, es decir, de los más menospreciados e
ignorantes, y como estos son muchos millones, nos hemos atrevido a la Educación
de Millones. O lo que es lo mismo: a la liberación de millones” (Fe y Alegría.
Características Principales e instrumentos de acción). La educación de Fe
y Alegría no puede ser “una pobre educación para los pobres”, sino que tiene
que ser una educación de calidad, “la mejor educación para los más pobres”, una
educación integral que forme a la persona en su totalidad. Si la educación es
para el Padre José María un instrumento de liberación y de humanización, si por
medio de ella contribuimos a continuar el plan salvífico de Dios que quiere el
desarrollo pleno de cada hombre, no bastará educar a todos los hombres, sino
que habrá que educar a TODO el hombre. Tendremos que rescatar a la educación de
su academicismo vacío y estéril en que está atrapada, para hacer de ella un
medio de crecimiento personal y social. Educar a todo el hombre supone tomar en
cuenta al alumno en su totalidad de persona y como miembro de una determinada
comunidad, y no como mera cabeza o como un receptáculo a llenar con
conocimientos muertos. Habrá que atender su estómago si tiene hambre, su salud
resquebrajada, su corazón herido por el desamor. Habrá que hacer de él una
persona fuerte, generosa, de manos trabajadoras y pies solidarios, con una
sexualidad y una afectividad maduras y responsables, con unos ojos críticos y
autocríticos, capaces de descubrir y apreciar lo bello, de admirar la
Naturaleza como espejo de Dios, con un olfato especial para percibir lo que
sucede y las causas porque sucede, con unos oídos atentos a los clamores de su
gente, y con una palabra que sea expresión de vida, voz valiente de los que no
tienen voz, el pionero Hombre incansable, de frontera, el
Padre José María nunca se contentaba con los logros alcanzados. Siempre
aspiraba más. No podíamos aburguesarnos en Fe y Alegría cuando cada vez era
mayor la magnitud del desamparo. Convencido de que Fe y Alegría corría el
peligro de rutinisarce en una serie de escuelas urbanas
tradicionales, dedicó los últimos años de su vida a impulsar una educación que
asumiera cada vez con mayor seriedad el mundo del trabajo y que preparara a los
alumnos para ejercer dignamente un oficio. Emprendió con toda su energía la
superación de esas escuelas tradicionales, desligadas de la vida, donde los
alumnos aprenden cosas inútiles, que no les sirven para nada y que, por ello,
las abandonan antes de tiempo o las soportan en una especie de ritual que los
deja vacíos y derrotados: “Si queremos que la Educación no cree Entes o
entelequias separadas de la vida popular, tenemos que llegar con nuestra
enseñanza a aquellas actividades que le permitirán al Pueblo una vida digna,
una alimentación completa, una habitación de seres humanos, y un nivel cultural
y espiritual cónsono con los planes de la modernidad y de la cristiandad”
(Cartas del Masparro, pág. 20).Para impulsar este tipo
de educación en el trabajo productivo se fue Vélaz primero a fundar a San Javier del valle, en Mérida, y
cuando consideró que estaba ya bien afincado este Instituto, con un ciclo
diversificado profesional del que egresan los alumnos como Técnicos Medios en
13 especialidades, se metió llano adentro en busca de su viejo sueño de montar
una red de escuelas agropecuarias y forestales para los campesinos
desamparados.
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