jueves, 13 de septiembre de 2018

CHUY DR JESUS RONDON



LAS GRANDES OBRAS DE CHUY.




Sin invitación oficial, sin traje de gala, con solo el orgullo de ser merideño he asistido a la inauguración de las grandes obras del gobernador Rondón Nucete...  Sin invitación oficial porque no figuro en el protocolo de la gobernación, ni como párroco de la ciudad, ni como amigo del gobernador. Sin traje de gala porque he querido estar en medio del pueblo agradecido por la obra de un gobernante que tuvo audacia en la construcción, interés por la cultura y previsión en el futuro turístico. Con el orgullo de ser merideño porque estas grandes obras pasarán a la historia de Mérida como su Catedral, Palacio Arzobispal o Rectorado de la ULA que enorgullecen el gentilicio. En estas grandes obras además de resaltar el arte de los arquitectos nativos, lleva el nombre de ilustres personeros regionales de las actuales generaciones, como la sala de conferencia Germán Briceño Ferrigni o la de exposiciones Carlos Chalbaud Zerpa en el Centro Cultural o Casa de los Encuentros respectivamente.

Con el orgullo del clero merideño, honrados en hermanos de nuestra arquidiócesis como el Pbro. Juan E. Ramírez cuyo nombre lleva el anfiteatro del Coliseo de Tovar, donde reviví gratos recuerdos de mis antiguos feligreses, con motivo del reencuentro. Las inauguraciones de estas grandes obras han dado la estatura del gobernador en la expresión literaria de sus discursos, como la lección filosófica del Centro Cultural Tulio Febres Cordero o la sencillez del lenguaje en la casa Mucucharasní  reconociendo méritos precursores al Pbro. Eccio Rojo.

La Mérida culta, universitaria, turística se siente honrada de un gobernador, profesor universitario, escritor y promotor turístico que deja la impronta de una persona responsable y digna en la vida hogareña y ciudadana…

Las grandes obras a cuyas inauguraciones asistí complacido, disfrutando de brindis culturales como el bellísimo concierto en el Centro Cultural de El Vigía, las exposiciones de arte cultural o el despeje de plaza en el Coliseo  Tovareño  me dieron también la medida del aprecio y gratitud del pueblo. 

Esas grandes obras no opacan las pequeñas de nuestros pueblos que llenan las necesidades prioritarias en viviendas y servicios públicos. He oído al pueblo en sus exclamaciones de satisfacción porque llenaron sus expectativas de electores y al pulsar las diversas ideologías políticas, oír el lamento de ser tan corto el periodo de un gobernador.

Ante el temor de su mantenimiento, la previsión de fundaciones y formas de descentralización aseguran con amor patriótico la permanencia y cuidado que amenace el embate electorero de nuestra democracia decadente.

 Digno de mención son los hospitales de Tucani y el de Mérida, Sor Juan Inés de la Cruz en manos de la Iglesia, este último.

Arriesgado pero justiciero podría calificarse la novísima manera de ayudar al problema carcelario colocando como obreros de la administración estadal a reclusos penados del Internado Judicial, la responsabilidad del mantenimiento y ornato del Centro Cultural TFC.








En orden a su fe católica tampoco los templos y capillas parroquiales quedaron  marginados por el presupuesto general a la arquidiócesis, sino que hubo aportes personales a los párrocos sin contrapartida electoral.
Finalmente es preciso señalar dos grandes obras sin cemento, pero con cariño y constancia, como fueron las escuelas integrales y las carreteras de los Pueblos del Sur, donde los nombres de olvidados levitas docentes quedaron en las escuelas de las poblaciones y hubo reconocimientos públicos a los curas camineros.
La Pedregosa, octubre 20 de 1995.


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