MONS RAFAEL PULIDO
MENDEZ –EL ARZOBISPO DEL DIALOGO
Pbro Pedro A Moreno U
Va
recuperándose lentamente esa lumbrera del episcopado venezolano sostenido por
su férrea voluntad de vivir y su inmenso
anhelo de continuar la labor conciliar
de su iglesia. Esos días de arduo trabajo conciliar Mons. Rafael Pulido Méndez
soñaba en su iglesia rejuvenecida, evolucionada, adaptada a los tiempos
modernos. Incansable en su diaria labor de agiornamiento fue
dejando a su paso el suave olor del apóstol comprensivo y de gran caridad... Su
arma preferida fue en todo momento el diálogo...
Diálogo
eran sus consultas diarias al arzobispo Chacón, como padre e hijo en la
tradición de su herencia, admiraba, protegía y defendía a su arzobispo como
joya preciada de la arquidiócesis. No
escatimaba desvelos, cuidados y protecciones por la salud del prelado anciano y
jamás quiso que después de su renuncia se fuese a incomodar mudándose del
palacio o cambiando su forma tradicional
de vida episcopal.
Diálogo
estableció con su clero en el gobierno de la arquidiócesis. Ya como arzobispo
coadjutor ya como metropolitano Mons. Pulido conquistó el afecto del clero con
su manera comprensiva de tratar. Veía en cada sacerdote un hermano; por ello
sabía compartir sus alegrías como sus tristezas, sus problemas como sus
victorias. Era la práctica del Concilio Vaticano II cuando dice "
promuévase en el seno de la iglesia la autoestima, respecto de concordia
reconociendo todos los legítimos diversidades para abrir con fecundidad siempre
creciente el diálogo entre todos los que integran el único pueblo de Dios,
tanto pastores como fieles. “
En
privado como en público escuchaba con interés a sus sacerdotes, daba el justo
valor a sus opiniones como corresponde a inmediatos colaboradores, jamás
actuaba sin el beneplácito de ellos, en ésta forma promovía la mutua estima
como primer paso para el diálogo, porque hacía sentir a sus sacerdotes
copartícipes del gobierno eclesial; ejemplo de ello, fue la elección directa y
secreta del vicario general presbítero Vicente Alarcón en donde el clero
merideño ejerció por primera vez quizá en todo Venezuela el derecho de elegir
sus autoridades eclesiásticas y luego ser ratificado por el arzobispo
metropolitano.
Inspiraba
confianza su visita a cualquier
sacerdote porque antes del reproche, sus palabras eran de estímulo, de
reconocimiento a su labor, de caridad y comprensión. El impulsivo joven
sacerdote encontraba en él, el eco resonante cuando trataba del apostolado
moderno o de las reformas potconciliares... El sacerdote maduro y ya anciano tenían en él un hermano
docto que lo entendía. Su actitud
episcopal lo inclinaba al diálogo sacerdotal porque en el fondo de su
sencillez, conservaba el respeto a la opinión ajena y fomentaba la concordia
respetando las legítimas diversidades de criterio... Era el enemigo del
secretismo que fomenta la confidencia aduladora, la hipocresía de muchas caras,
tal diplomacia poco limpia, pero admiraba la sinceridad de sus sacerdotes, la
verdad escueta de sus vidas entregadas a
la labor diaria de su apostolado. Diálogo hizo con su pueblo que lo recuerdan
en cada uno de sus actitudes de obispo padre, obispo docto, obispo santo, Los
pueblos del Sur guardan perenne la memoria de su pastor que peregrinando con la
Virgen de Fátima gastó sus energías en aquellos destierros de sus sacerdotes que paso a paso fueron
haciendo su superación espiritual y material. Ellos sabían de carreteras
abiertas a pico y pala al lado de sus sacerdotes que aprendieron la lección
social de su arzobispo. Ciudades, pueblo y aldeas de la trasandina y de la
panamericana, de los páramos
y de los llanos
son
testigos de la presencia de Mons. Pulido no precisamente en los momentos de
recibir elogios y honores sino a la hora oportuna de prestar un servicio al
amigo, a la comunidad... La enfermedad de un sacerdote o sus familiares
cercanos, la pena del amigo o la necesidad colectiva lo sacaban del palacio
para compartir los afanes con su pueblo... La Universidad de los Andes. Contó
en el arzobispo Pulido con el hombre docto, dispuesto a mediar el problema
estudiantil, de dialogar en los consejos universitarios. Su labor de prestigioso universitario caló hondo
en las decisiones, marcaban criterios e influía en la marcha normal de los
acontecimientos de la máxima casa de estudios. Fue proverbial su caridad con el
estudiantado y su atracción consistía en el diálogo entre cristianos y
marxistas. Hoy se explican y admiran lo que sólo Mons. Pulido podía hacer en
medio de su gravedad del hospital militar, bautizar solemnemente a Casandra la
hija de un guerrillero. La juventud es generalmente exaltada, intolerante y la
iglesia no había hecho un auténtico diálogo con la juventud como lo realizara
Mons. Pulido desde su atención a los estudiantes latinoamericanos en Europa
hasta la aprobación de los colegios católicos mixtos asistidos por religiosas
como los de la Santa Cruz de Mora y Mons. Silva en Mérida. Diálogo había
entablado en el comienzo de su vida
episcopal cuando fuera nombrado Administrador Apostólico de Cumaná
y Guanare.
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