jueves, 6 de septiembre de 2018

LA AZULITA CENTENARIA

Como hijo y primer sacerdote de La Azulita fui invitado por las autoridades a pronunciar mi primer discurso en mi pueblo natal en la solemne  conmemoración  de su centenario.



BREVE HISTORIA DE UN SIGLO             Mérida, 22 de Febrero de 1967


Con una sentencia virgiliana de sabor pastoril grabó la heráldica para la posteridad la primera centuria de La Azulita. “el trabajo todo lo vence”. Capta esta sentencia el espíritu laboral de sus habitantes y encierra en  todo su  sentido el ingente esfuerzo de cien años para obtener la victoria de una comunidad organizada.

Conforme al espíritu de sociabilidad humana y atraída por la feracidad de la tierra llegaron los primeros habitantes de esta región procedentes de las vecinas poblaciones de Jají, Ejido y Mérida. No fue el hidalgo caballero de la Madre España que en conquista o colonización asentara sus reales por primera vez, ni las pacificaciones de indígenas antropófagos los que dieron origen a tan calma y pintoresca villa.

Reminiscencias históricas coinciden con el sentido de la heráldica atribuyendo al trabajo el papel preponderante de fundador cuando en el interés de los gobernantes y empresarios de 1856 escogieron como sitio equidistante entre Mérida y el puerto de Arenales el lugar denominado Hoya de Molinillos para la fundación de un pueblo.

Así reza el documento de la diputación provisional de Mérida en su decreto del 28  de Marzo de 1853 “considerando que es de gran importancia la fundación de un pueblo en la Hoya de Molinillos, no solo para fomentar la nueva vía que se abre hacia Arenales sino para utilizar en provecho de la Nación los terrenos ejidos, ordena su fundación en dicho sitio en razón de la salubridad, materiales de construcción, agua, y demás”.

Armados de los menesteres de labranza y escudados por la férrea voluntad del trabajo clavaron los iniciadores ya no la espada del conquistador sino la herramienta de trabajo y regaron no con sangre fratricida sino con sudor vivificante los primeros surcos de esperanza. Tal es el símbolo de la sinople verde ondulante del escudo azulitense donde las palabras virgilianas proclaman la posesión de la tierra: “el trabajo todo lo vence”.

Selva virgen, exuberante vegetación, mole montañosa, lujuriante verdor era la promisoria tierra a quien cabe solo el verso de Don Andrés Bello de su Zona Tórrida:
“Salve fecunda zona
 Que el sol enamorado
Circunscribe,
Paciendo tu verdura desde
El horizonte
Hasta el erguido monte
De inaccesible nieve siempre
Cano”.

Los  Uzcáteguis  fundadores

Siendo como es el trabajo la aplicación de las fuerzas intelectuales y físicas del hombre a los objetos exteriores para comunicarles utilidad y valor a fin de que satisfagan nuestras necesidades, es ante todo asociado y unido al capital., “el trabajo humano, dice el Concilio Vaticano II, que se ejercita en producir o cambiar bienes, o proporcionar servicios económicos aventaja a todos los demás elementos de la vida económica, ya que estos no son sino instrumentos. Porque este trabajo, ya se emprenda por propia iniciativa, ya dirigido por otro procede inmediatamente  de la persona, la cual marca como con su sello las cosas de la naturaleza y las somete a su voluntad. Por medio de su trabajo el hombre sustenta ordinariamente su vida y la de los suyos. Se une con sus hermanos, y les sirve para ejercer la genuina caridad y dar su colaboración al perfeccionamiento de la creación de Dios.”

La inmensa floresta de nuestra zona era el capital pasivo que esperaba la fuerza de la mano de obra, el artista de la naturaleza, para que plasmase en su seno virgen la comunidad viviente de una población. Argumento irrefutable constituyen contra la economía marxista nuestras reservas tropicales, que ni solas en su inmensa riqueza  constituyen producción, ni el trabajo aislado y fuera de este capital, donado por el Creador pueda llamarse productivo.

“Dios destinó la tierra y todo lo que en ella se contiene para uso de todos los hombres y pueblos, de manera que los bienes creados deben afluir equitativamente a todos bajo dirección de la justicia y la claridad. Así pensaron los padres y doctores de la iglesia y en tal forma fue concebido y aceptado también por nuestros fundadores cuando los hermanos Juan Nepomuceno y Francisco Uzcategui,  tomaron en sus manos la gran empresa de poblar la Hoya de Molinillos y junto a ellos vinieron a asentarse en esta tierra los Puentes, los Vielma, los Paredes, Los Lobo, los Izarra y los Araujo.

El año1865, apenas terminada la guerra federal, se reinician los trabajos de fundación que en el año 1857 hubiesen comenzado los Uzcategui, y es el 22 de febrero de 1865 cuando en el sitio que hoy ocupa y con el nombre de La Azulita se instala oficialmente la aldea y toma posesión su primer juez de paz, Don Ramón Uzcategui Escobar, hermano de los fundadores, procedente de San Juan de Lagunillas y vinculado a la notable familia merideña de los Uzcategui, civilizadores, educadores y próceres de la independencia.
El recién nacido pueblo hereda de sus fundadores, brava raza de montañeses vascos, el extraordinario valor para el trabajo y la pujanza e iniciativa para el progreso.

Don Francisco Uzcategui es el tronco paterno de los Uzcategui azulitenses. Maximiliano y Atilio Uzcategui fueron consecuentes proseguidores de una generación y a la vez firmes puntuales de la región. Ellos desempeñan cargos de importancia entre las autoridades civiles y municipales y son los donantes del terreno y constructores del primer templo parroquial con el Pbro. Narciso Carrero para los años de 1911, concientes acaso  que sembraban para su posterioridad la primera semilla sacerdotal . Justifícase entonces en el escudo azulitense los gules y las nueve panelas de plata, armas de los Uzcátegui fundadores y proseguidores con trayectoria histórica.  

 Conforme a la concepción integral del municipio que es una comunidad de familias, nacidas en forma natural de la convivencia dentro de un mismo lugar, y en busca de la felicidad común, La Azulita se perfila como tal para el año de 1895. Los considerandos del decreto legislativo del 13 de abril de 1895 aducen los adelantos hasta entonces alcanzados por la aldea de La Azulita, y los elementos valiosos para prosperar. Para el fácil acceso hasta la pujante aldea los habitantes con su esfuerzo propio y bajo la dirección del dinámico sacerdote Pbro. Gil Chipía, había abierto un camino de recuas hasta la población de Jají.
 Fogoso por carácter y enamorado de la naturaleza, el Pbro. Chipía consiente de la misión social del sacerdote  conforme a las normas pontificias, convive con su pueblo en tan apartada región para hacer la obra civilizadora de la Iglesia. Se mueve con destreza de Jají a La Azulita para el apostolado de su misión y lograr abrir también el nuevo camino hacia el puerto de Santa Elena, terminado que fuera el puerto de Arenales, origen por su comercio de la vía Mérida hacia el lago de Maracaibo. En sus afanes de cultura junto con la enseñanza de la doctrina cristiana da lecciones de lectura y escritura con lo que inicia en un rancho de paja, propiedad del general Juan Araujo, en la Mesa Alta, la primera escuela regentada por su inseparable compañero Don Blas Monsalve. Festivo y social el Padre Chipía aprovecha cada oportunidad para penetrar a las aldeas que van surgiendo y paralelo a la cristianización de los nuevos feligreses va bautizando también las regiones de Mesa Alta, las Adjuntas, el Saisayal, San Luís, Mirabel, etc., correspondiendo a un recuerdo o alusión de su fantasía poética. Emprendedor, trabajador incansable, Luís Maria Gil Chipía bien podía quedar su nombre grabado en una de las calles de la Azulita, pues constituye fuerte eslabón de la gloria Azulitense. El nombre de un prelado emeritense para el nuevo Municipio no lo escogió la Legislación sin un presentimiento de que aquella figura preclara de Mons. Zerpa iba a constituir el símbolo de una pléyade de sacerdotes ilustres que a través de los tiempos dejarían honda huella en esta región. En las Armas de Zerpa que ostenta en campo de plata nuestra heráldica, recordará la posteridad al Pbro. Rafael Paredes, Primer sacerdote de estas montañas; a Luís Maria Gil Chipía, pionero del progreso; Narciso Carrero con su primer templo; a Elías Valera, formador de generaciones; Rafael Ernesto Monsalve promotor de comunicaciones, teléfono,  telégrafo y petición de carretera; Trinidad  Araque ,  la primera medicatura; Cesar Dávila,  con su casa parroquial;  y  el  fundador,    Pbro.   Desgracias  Corredor
Magnifico edificio, digno de su sagrado objeto” dicho por el cardenal Quintero. Mons. Rafael Pulido Méndez asentará en el libro de gobierno en su visita pastoral en 1962, “no solo es obra de fe sino mas que todo de integración continua de esfuerzos de párrocos y sus feligreses para mostrar que Dios es realmente el dueño de esta parroquia”. Un colegio de secundaria con el nombre de Mons., Chacón y la obra social de los caminos  carreteros, cooperativas, etc., constituyen el aval de méritos de este ilustre levita que rige en la actualidad la grey azulitense que fuera erigida como parroquia eclesiástica el 20 de Septiembre de 1937 con el titulo de la Inmaculada Concepción  de la Virgen María.dad.


Símbolos de riqueza

Jadeantes y sudorosos, con sus gritos estridentes y ruznando el fuete en los lomos de las mulas cansadas, los arrieros se entrecruzan a diario con sus cargamentos de café. Es el tiempo del coronel Rivera, jefe civil del Municipio Zerpa para finales del periodo gomecista cuando las calles de la Azulita se van empedrando con los presos domingueros y la laguna de la mina recibe todos los  lunes  un  nuevo  contingente  de amigos de Baco.  Son   los  únicos   comentarios    como camineros mientras se arreglan las cargas de café con las marcas de Aquiles Angulo, Faustino Barrios, Pedro Jiménez, Rafael Ruiz, Eliseo Herrera. Para ellos también las remesas de mercancías que trae la piragua de Cardozo y suben a Santa Elena los mismos arreos de mulas.

En este ritmo de café y mercancías mantuvo sus economías por un largo tiempo La Azulita viviendo la monotonía de su comercio donde los años se reconocen por los nuevos exportadores: Rafael Obando, Pedro Ramón Pérez, Pedro María Moreno, Pedro Sánchez y a la vez exponentes de nuevas generaciones. Ni la guerra mundial, ni el auge petrolero perturbaron la pacifica población que cada año invertía todo su caudal humano en la cosecha de café que colocará al Municipio en el primer puesto en la producción del Estado con 500.000 quintales anuales. La riqueza potencial la simboliza el cafeto, mas es fuente de ingresos el plátano con su producción de 500.000 racimos; el maíz, la yuca, etc.

Moderan la voluntad de miles de agricultores con sus sabios consejos y curan por largos años el paludismo y la fiebre, producida en los bosques insalubres el recordado maestro Don Rodolfo Salas y el buen boticario Don Natividad Albornoz, el primero forjó una generación de hombres que en las labores agrícolas como en los campos universitarios, profesionales y hasta en el eclesiástico despuntan ya una nueva gloria para este pueblo centenario.
En la primera escuela Rural, don Rodolfo Salas, el consumado autodidacta que en estas soledades aprovecha sus tiempos libres para aprender francés, ingles y alemán, es el rígido profesor que forja voluntades y conduce inteligencias por el camino de las letras.

Patrimonio perenne y tesoro de un pueblo no son solamente sus recursos naturales y su sabia explotación; el valor de sus hijos y la inteligencia de sus hombres son el honor perpetuo de su pueblo. Símbolo de esa nueva generación es la figura juvenil de Ítalo de Filippis. Esperanza esfumada en la ardiente pasión de consumir los sueños de un porvenir grandioso de su terruño.
El que en lontananza soñó como el poeta y vivió veloz como el deportista dejo también una estela de recuerdos para la  modestia y la moralidad de sus compatriotas.
Sintió La Victoria, la hacienda de su infancia el silencio de su desaparición y se estremecieron los fundamentos de este templo proyecto en su mente, cuando allá en el Moro, desplegó el vuelo con las águilas blancas el alma de este azulitense celebre.  Julio Cesar Arellano, Hugo Dávila, Ramón Augusto Obando, Odolfo Peña, Orlando Herrera, José Uzcategui y otros profesionales y universitarios son el campo florecido de una gran cosecha mayor que la cafetera, que rinde a paso acelerado un aporte de grandeza para su posteridad.
Viviendo el proceso evolutivo de los pueblos, La Azulita no solamente crecía en edad para llegar madura en su centenario como entidad humana capacitada de dotes espirituales y ayudada por la fertilidad del suelo y la laboriosidad de sus habitantes sino que asciende rápidamente por las etapas demografías, sociológicas, económicas y culturales.
Aquella pequeña aldea de 1856 que sonríe juguetona a la rivera de la quebrada de La Azulita; aquella población internada en zona virgen que no sabe donde termina su suelo, ni donde empieza su cielo porque los limites se perdieron en el azul infinito de sus montañas, llega a su centenario convertida en capital de distrito. Fruto de la actividad creadora se forja un renombre en la entidad federal y en providencial paralelo de fechas me rece un nombre ilustre de las letras venezolanas, Distrito Don Andrés Bello. La honorable Asamblea Legislativa del Estado Mérida ha querido perpetuar la fecha centenaria de la muerte de este patriarca de la cultura venezolana creando un distrito en su nombre, como si se dijera que la Venezuela mejor, no está solo en la riqueza de sus tierras, sino en la labor perenne de los grandes hombres que nunca mueren.
La talla de estos hombres son comparables a las de los cedros del Líbano; por ello de la floresta literaria bien podemos citar su biografía hecha por el Presidente de la comisión editora de sus obras, Dr. Rafael Caldera: “la colonia forjó su raíz, base insustituible de su vida. Londres plasmó su tallo, el corpulento tallo del humanismo y Chile fue el surco abierto ante los frutos que el árbol centenario había cuajado ya”.


Municipios componentes
La vía panamericana hizo posible la explotación de extensas regiones montañosas al sur del lago de Maracaibo lo que atrajo innumerables familias formando así nuevas agrupaciones, nuevas poblaciones con su nuevo estilo de vivir. Una amalgama de montañeses y zulianos, una mezcla de regiones con aporte de vecinos de la hermana Republica, con su caudal de costumbres y tradiciones perfilan el nuevo tipo de comunidad de reacciones contradictorias pero unido en el trabajo que todo lo vence. Como centro de actividad económica sigue ejerciendo papel preponderante la región zuliana, pero de inmediato se fusionan los elementos integrantes para el desarrollo de la nueva economía. Las orugas de los tractores van abriendo camino a los créditos y la gran vía Panamericana pronto tuvo millares de hijos en cada uno de los camellones que conducen a los hatos y platanales.

Y así nació Guayabones y se formó Caño Zancudo y surgió Tucanizón como centros comerciales y cabezas de las nuevas comunidades. La Legislatura Merideña pronta siempre a los avances de las comunidades consideró la conveniencia de dar estructura jurídica a las nuevas poblaciones para con ello incrementar el desarrollo y la cultura de los pueblos.

Ponderó y juzgó las razones aducidas por sus habitantes para la elevación de rango del municipio y designó nombres ilustres como bautizo de los nuevos faros de cultura para las próximas generaciones: Obispo Ramos de Lora,  Caracciolo  Parra Olmedo y Eloy Paredes.

La Mérida tradicional y culta vuelca su afán civilizador y crea el distrito universitario presidido por Don Andrés Bello, primer rector de la universidad de Chile; el Obispo Ramos de Lora, fundador de la Universidad de los Andes; Caracciolo Parra Olmedo, el rector heroico; Eloy Paredes, universitario de aquilatados méritos. Mejor no podía celebrar su centenario esta población de la Azulita que en tal forma ha sido honrada por sus gobernantes.

Al concluir con esta misión encomendada por la Junta Comunal de este municipio Zerpa, coloco mi granito de arena en estas sencillas palabras augurando a la tierra que me vio nacer que el tesonero trabajo continúe obteniendo victorias en la forja de grandeza para la historia.  ¡Señores.













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